testimonio septiembre 2016
testimonio mayo 2016
La visión central se usa para trabajos precisos como la
lectura, en la cual nuestros ojos enfocan una pequeña superficie tras otra como
si fueran reflectores.
La visión periférica es menos consciente, menos brillante
que el intenso rayo del reflector. La usamos para ver de noche, y para tomar
nota "subconscientemente" de objetos y movimientos que no se hallan
en la línea directa de nuestra visión central. A diferencia de la luz del
reflector, puede abarcar varias cosas al mismo tiempo.
Hay, por tanto, una analogía —y acaso algo más que una
mera analogía— entre la visión central y el pensamiento consciente, que procede
por una sucesión de tomas instantáneas, y, por otra parte, entre la visión
periférica y ese misterioso proceso que nos permite regular la increíble
complejidad de nuestros cuerpos sin pensar en ello para nada.
Hay que hacer notar,
además, que llamamos complejos a nuestros cuerpos porque tratamos de
comprenderlos en base al pensamiento lineal, con palabras y conceptos.
Pero la
complejidad no está tanto en nuestros cuerpos como en la tarea de comprenderlos
a través de ese medio del pensar.
Es como tratar de distinguir los detalles de
una gran sala iluminándola solamente con un rayo brillante. Algo tan complicado
como tratar de beber agua con un tenedor en lugar de una taza.
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